el diario de la ansiedad
me he reencontrado con viejos textos de mis diarios: desde ribadeo os los comparto y os cuento cositas sobre el tiempo, el cansancio, la ansiedad y el síndrome de la impostora
7 de julio de 2024
acto 1: el presente
sobre el cansancio, el tiempo y llorar en la oficina
Vine a pasar el fin de semana a Ribadeo, al sitio que ahora reconozco como la casa de mi madre, pero que durante muchos años fue mi casa, nuestra casa, la casa de una familia.
Esta casa alberga toda mi existencia y crecimiento. La infancia, la adolescencia, los veranos trabajando en hostelería, algunas convivencias y retornos entre estudios y ciudades -con un gran dolor y pesar a mis espaldas que impedían una acción y ejecución hacia el futuro- y, el último episodio, el reposo y recuperación de cuatro meses encamada por haberme roto la tibia y el peroné en unas vacaciones en Malta que, predecía, sería por fin el momento en el que conseguiría estar conmigo tranquila, descansada y a solas.
Me he dado cuenta de que desde hace un año no he pasado más de dos días seguidos en Ribadeo. No he tenido nada parecido a unas vacaciones en el último año y he decidido priorizar otros lugares y otras personas. Supongo que esto es la adultez: no poder estar en todos los lugares donde te gustaría estar y no poder cubrir todas las demandas y necesidades de las personas que te quieren consigo.
acto 2: el pasado
sobre viejos diarios, substack y el sentirse impostora de una misma
¿Alguna vez os habéis sentido impostoras con vuestras propias creaciones? A mí me pasa muy fuertemente. Me explico: Estoy muy bloqueada. No consigo escribir ni hacer collages. He perdido mi inspiración. No tengo tiempo para dedicarme a esto. Pero durante mucho tiempo de mi vida sí lo tuve, sí lo hice. Y me he encargado de llevar conmigo todos estos collages y todos estos escritos.
Me ha costado mucho encontrarme en ellos en el presente porque me siento una impostora. Como si no tuviese derecho a compartirlos en el presente. Como si estuviese engañando a la gente que llegaría a ellos.
Qué tontería.
Entonces pensé… ¿Y si comparto textos viejos y los comento desde el presente? ¿Y si este substack se convierte en un diálogo de la Alba del presente con la Alba del pasado?
Así que sin más dilación, aquí os presento una Alba que sentía el ruido mental y leía a Oriana Fallaci, Cortázar y Roberto Arlt. Parece que fue hace cinco vidas atrás, pero fue hace apenas tres años. No sé. El tiempo es una movida.
Esta Alba escribió esto en su diario sentada en el mismo escritorio en el que estoy ahora sentada.
acto 3: diario de la ansiedad
sobre viejas emociones
18/08/2021
Necesito unas vacaciones de mi mente.
Es una fórmula que me repito a diario. Antes de irme a dormir y al despertar. Cada día. Cada puto día. Y se repite. Día tras día.
Me he roto.
19/08/2021
Creo que a este diario podemos llamarlo “DIARIO DE LA ANSIEDAD”, y versa sobre la incapacidad que me genera tener mi mente totalmente nublada.
El otro día escuché la metáfora de la mente como un cielo cargado de nubes, pero que es el cielo azul, al fin y al cabo, y aunque a veces haya nubes, siempre hay cielo.
Este relato versa sobre la incapacidad que siento a la hora de generar un esquema y árbol familiar, ahora que la familia se desintegró. Que la familia se desintegre no es nada malo, raro sería que se mantuviese unida, pues llevo años defendiendo que la familia es la institución más diabólica de todas: no lo es el Estado, no lo es la Iglesia. Lo es la familia, porque en ella se integran las jerarquías y la moral cristiana, el individualismo, los valores del neoliberalismo. “Honrarás a tu padre”, dice la Biblia. Y acarrear con la culpa de un padre no honrado, es acarrear un con un látigo que fustiga todos los días.
Este relato versa sobre mi posición en el mundo. Un ser minúsculo ahogado por la grandeza del Universo, un ser minúsculo socavado entre tierra y arena. Un ser minúsculo cuyos vicios mentales le impiden pensar con claridad, vivir con claridad, sentir con claridad. Un ser minúsculo cuyos vicios mentales le han llevado a maltratar el cuerpo, un ser minúsculo y mediocre que anhela vivir su pequeñez y mediocridad en paz, pero cuyos vicios mentales no le dejan: las presiones, el pasado, el futuro… ¿Cuál es mi lugar en el mundo? ¿Cómo viviré - más bien sobreviviré - a partir de ahora?
Observaba el otro día a una familia súper normativa en el bar en el que trabajo y me preguntaba: ¿por qué no puedo ser yo? ¿por qué no puedo tener un trabajo nor-mal? ¿una familia nor-mal? Merce me dijo que lo normal es lo nuestro -angustia, precariedad- Bea me dijo que normal es un programa para la lavadora.
Una mente nublada es una mente que anticipa absolutamente todo. No se le escapa ningún detalle ni posible escenario. Para hacer sus entrevistas, Oriana Fallaci organiza amplios mapas en los que se imagina todas las posibles respuestas que le entrevistade podía dar. Supongo que Oriana Fallaci sentirá bastante ansiedad. Pero es de su capacidad de anticipar de donde nace su genialidad.
Yo anticipo y anticipo y anticipo constantemente. Y me imagino historias, diálogos, sensaciones. La esposa de Roberto Arlt recordaba enamorada la capacidad de abstracción de su marido. Cortázar habló en varias ocasiones de su capacidad de abstracción. Supongo que las nubes, muchas veces, son excelentes relatadoras.
Es curioso porque mientras escribo esto sale el sol.
Ahora que he logrado apartar las nubes durante unos instantes y veo el cielo azul, veo un cielo de amor y entretención, un cielo de ternura, un cielo donde habitar y habitarnos.
bonus track: un breve relato sobre el síndrome de la impostora
Recuerdo que en mi casa en Valparaíso tenía plantas. No recuerdo qué hice con ellas. En esa época supongo que no entendía de responsabilidad. Estos días me acordé de ellas porque volví a reconectar con las plantas. La cosa es que una vez en un mercado me compré una albahaca y la puse en el balcón. Una noche conocí a un chico que me enseñó su casa. Vivía en una okupa que tenía un gran terreno con árboles y plantas. “Este es el pulmón de Valparaíso”, me dijo, y me llevó de ruta enseñándome sus huertos, árboles y plantas. Un día vino a mi casa y vio mi albahaca. A mí me daba mucha vergüenza que viese mis plantas porque sentía que él era un experto, un gran conocedor de la naturaleza y las plantas y me juzgaría a mí, que no las cuidaba como era debido, que claramente no tenía ni idea de plantas. Miró mi albahaca y me dijo: “¡Está increíble esta albahaca! ¿Cómo hiciste para que sobreviviese al otoño? ¡Jamás conseguí que una albahaca sobreviviese a un otoño”.